Había una vez una niña, a la que llamaban Caperucita Roja, porque siempre llevaba una caperuza roja que le había hecho su abuela. Un día su madre le dijo:
- Caperucita, coge la bicicleta y llégate en un momento a casa de la abuela a llevarle la tarta que le he preparado.
- Vale, mamá. Pero ¿puedo tirar por el camino largo?
- No, Caperucita, vivimos en pleno centro, hay mucho loco suelto hoy en día.
- ¡Mamá! Pero es que ya tengo trece años, y nunca me ha pasado nada. Si siempre me dices que soy muy espabilada...
- Bueno... como te pase algo, o te atropelle un coche, vas a ir tú solita al médico.
- ¡Vale! Pero por lo menos me doy el paseíto, y sé que no me pasará nada.
- Muy segura te veo yo a ti, Caperucita. Como líes alguna de las tuyas, te vas a quedar sin móvil, sin ordenador y sin clases de funky todo un añito.
- Confía en mí, mamá.
Caperucita emprendió el viaje en su bicicleta recién estrenada. Se colocó los cascos del MP4 y cogió calle abajo, hacia la casa de su abuela. Al llegar tocó el timbre. Nadie respondía.
- ¿Abuela? ¿Abuela? ¿Estás ahí? Te he traído la tarta que te dijo mamá por teléfono...
Nadie respondía. Pero de repente, cuando Caperucita se iba a marchar, escuchó un ruido en el interior. Era el ruido del bote de miel chocando con la mermelada. Decidió entrar, y como no llevaba las llaves de la puerta delantera, entró por la de atrás. Ella conocía bien a su abuela y sabía que la habría dejado abierta.
En efecto, estaba abierta y Caperucita entró. Descubrió que había alguien en la casa y la niña, confusa por no saber qué hacer, decidió llamar a Jaime, el padre de su amiga Laura, pues este era policía. Tenía su número en la memoria del móvil, por lo que no le resultó difícil localizarlo y pedirle que acudiera. Mientras llegaba, Caperucita, avanzaba con cuidado por la casa, tropezó con la silla de la cocina, de modo que la persona que se encontraba allí la descubrió.
- ¡Caperucita! ¿Qué haces tú aquí?
- ¿Marcos? Es la casa de mi abuela, ¿qué haces tú aquí?
Marcos era el compañero de clase de Caperucita y su mejor amigo desde la infancia.
- Te lo cuento si no se lo dices a nadie –dijo él.
- Venga, venga, dímelo.
- Mi abuelo y tu abuela salen juntos y como hoy tenían una cita, tu abuela me pidió que le limpiara el polvo a las figuritas.
- ¡Anda! Pues yo he llamado al padre de Laura... ¡vaya faena!
- ¡Caperucita! Ahora todo se descubrirá...
- No hay problema, lo llamaré y le diré que era el viento.
Pero Jaime, ya estaba allí.
-Toc, toc
- Caperucita, soy Jaime. ¿Estás bien?
- Sí Jaime, era el viento. Márchese por favor.
- ¿Seguro?
Jaime no se lo acababa de creer, así que entró y tuvieron que contarle todo. Desde aquel momento los abuelos son felices y llevan dos años casados.
Y Caperucita y Marcos, acabaron saliendo juntos.
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