En épocas muy remotas vivía en una lóbrega casa de Córdoba un viejo y avaro judío, cuya única preocupación durante su vida había consistido en reunir toda clase de objetos preciosos y una gran cantidad de monedas de oro. Deseoso de almacenar una cuantiosa fortuna, vivía miserablemente y no desperdiciaba ocasión de hacer usura a costa de los necesitados.
Tenía la casa un sótano oscuro y profundo, en cuyo interior guardaba celosamente de todas las miradas su cuantiosa fortuna, de la cual sólo tenía noticia su única hija, una doncella hermosísima, que con alguna frecuencia solía entrar en el sótano siguiendo órdenes paternas.
Cuenta la leyenda que una noche en que el judío quería llevar al sótano en secreto un pequeño tesoro recién conseguido, mandó a su hija que lo bajara. La obediente doncella encendió una vela y con el tesoro en la mano bajó las oscuras y empinadas escaleras, hasta llegar a lo más profundo del sótano. Se disponía ya a subir cuando sonaron las campanadas de las doce. De repente, y ante la mirada atónita del judío y el terror de la doncella, se apagó la vela y se cerró la entrada de la cueva.
Lo que no sabía el judío es que su hija era también muy avara y cuando se introdujo en el sótano y se cerró la puerta, no se cerró sola sino que la hija había colocado un mecanismo para que se cerrara. Como la doncella era tan egoísta guardó en una bolsa todo lo que cupo . La doncella muy asustada pero a la vez satisfecha por lo que había hecho, salió del sótano por una puerta trasera que daba a un bosque. Tras unas horas caminando, se encontró una choza, un poco estropeada y desaliñada. Se quedó allí toda la noche y guardó la bolsa con las alhajas debajo de una especie de cama. Pensando y pensando se quedó dormida. A la mañana siguiente salió de allí, puesto que había visto algo merodeando por la zona.
Era el judío que tenía ganas de venganza, llevaba en la mano derecha una estaca enorme y afilada dispuesto a todo para conseguir recuperar su preciada y cuantiosa fortuna. La doncella salió corriendo de allí, pero el judío no se quedó quieto y empezó una persecución por medio de un bosque denso y frondoso.
La doncella, despistada, resbaló, cayó en arenas movedizas y no pudo salir de allí con vida ante el desconcierto del padre que veía como su hija moría y le dio una sensación de victoria.
El judío siguió caminando por el bosque hasta que de pronto se encontró con un oso enorme deseoso de comerse una persona. El judío intentó luchar con un oso sin buenos resultados pues el oso lo mató y se lo tragó como un caramelo.
Pasados los años, paseando por el bosque un pastor con su rebaño se encontró una bolsa. Era la misma bolsa que se le perdió al judío. La abrió y dentro se encontró todas las alhajas y todo el dinero. Se la llevó y cuando llegó al pueblo se lo contó a su familia y decidieron montar un negocio que produjera mucho dinero y lo invirtieron.
2 comentarios:
Adrian quita lo de los colores
Original y bien escrito, aunque deberíamos revisar un poco la puntuación.
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