jueves, 26 de marzo de 2009

El vuelo de Ícaro


Minos encargó a Dédalo que construyera un laberinto para encerrar a su hijo que era el Minotauro, una bestia que tenía una cabeza de toro y cuerpo de persona. Teseo mató al Minotauro y escapó del laberinto gracias a la ayuda de Ariadna. Minos, al enterarse, llamó a Dédalo y lo condenó a quedarse en el laberinto para toda su vida, pero para que la condena fuera mayor su hijo se tenía que quedar allí con él.

El hijo de Dédalo se llamaba Ícaro y estaba apunto de cumplir catorce años. Dédalo no podía soportar que su hijo pasara toda su vida allí metido, intentó buscar la manera de salir de allí, pero no se le iba a hacer nada fácil ya que Teseo había puesto guardianes por todo el laberinto. De repente se le ocurrió que podía salir de allí volando. Como el laberinto había sido construido hacia nueve años, la hierba había crecido en algunos pasillos, la lluvia había formado estanques en algunos rincones, las abejas habían construido paneles en las vigas y había animales muertos, Dédalo no tuvo problema en encontrar los materiales necesarios para su invento.

A la mañana siguiente su invento ya estaba listo y se lo mostró a su hijo diciéndole que se iban a marchar de allí volando. Su hijo lo tomó por loco porque los humanos no saben volar, pero cuando le enseñó las alas el se quedó asombrado. Los dos empezaron a ensayar, cuando lo tenían dominado ya partieron. Dédalo le advirtió a su hijo que por el mar no volara muy bajo por que las alas se le podían mojar y el invento no funcionaría, y que tampoco volara muy alto por que el sol la derretiría. Ícaro asombrado de lo bien manejaban sus alas y de lo bien que volaba comenzó a volar muy rápido y alto. Era tan solo un chaval que vivía sin preocupaciones y no le tenía miedo a nada. Cuando Dédalo mira hacia delante y hacia atrás y a un lado y al otro y no vio nada, se asustó y cuando miró hacia el mar se encontró a su hijo bocabajo y con las alas despegadas y esparcidas por todas partes. Dédalo pensó que era un castigo del sol por haber sido tan atrevido y no haber puesto límites. Al final resultó muerto y ahogado.

Extractado de:

Mitos Griegos

Maria Angelidou

Ed. Vicens Vives, Barcelona, 2008

pp. 54-58

viernes, 20 de marzo de 2009

Teseo y el laberinto de Creta


Minos, que fue rey de Creta, intentó conseguir muchos territorios aparte de su isla, pero lo que más deseaba era tener un hijo. Su mujer se quedó embarazada y cuando nació el niño se dieron cuenta de que tenía cabeza de toro y le llamaron Minotauro. Para no matarlo mandó a construir un laberinto para encerrarlo dentro.
Todos los años Minos obligaba a siete muchachos y siete muchachas de Atenas a que entraran en el laberinto para alimentar al Minotauro.
A Creta un día llegó el joven príncipe de Atenas, llamado Teseo, para ser devorado por el Minotauro. Ariadna, una de las hijas de Minos, al ver a Teseo se enamoró de el. Ella le entregó una espada de oro y un carrete de hilo de seda. A la mañana siguiente Teseo ató un extremo del hilo a la puerta del laberinto y otro a la espada. Fue hasta el Minotauro y lo mató, cuando Teseo salió del laberinto partió con Ariadna hacia Atenas.




Mitos Griegos
Maria Angelidou
Vicens vives, 2008
pp. 47-53

El sótano del judío


En épocas muy remotas vivía en una lóbrega casa de Córdoba un viejo y avaro judío, cuya única preocupación durante su vida había consistido en reunir toda clase de objetos preciosos y una gran cantidad de monedas de oro. Deseoso de almacenar una cuantiosa fortuna, vivía miserablemente y no desperdiciaba ocasión de hacer usura a costa de los necesitados.

Tenía la casa un sótano oscuro y profundo, en cuyo interior guardaba celosamente de todas las miradas su cuantiosa fortuna, de la cual sólo tenía noticia su única hija, una doncella hermosísima, que con alguna frecuencia solía entrar en el sótano siguiendo órdenes paternas.

Cuenta la leyenda que una noche en que el judío quería llevar al sótano en secreto un pequeño tesoro recién conseguido, mandó a su hija que lo bajara. La obediente doncella encendió una vela y con el tesoro en la mano bajó las oscuras y empinadas escaleras, hasta llegar a lo más profundo del sótano. Se disponía ya a subir cuando sonaron las campanadas de las doce. De repente, y ante la mirada atónita del judío y el terror de la doncella, se apagó la vela y se cerró la entrada de la cueva.

Lo que no sabía el judío es que su hija era también muy avara y cuando se introdujo en el sótano y se cerró la puerta, no se cerró sola sino que la hija había colocado un mecanismo para que se cerrara. Como la doncella era tan egoísta guardó en una bolsa todo lo que cupo . La doncella muy asustada pero a la vez satisfecha por lo que había hecho, salió del sótano por una puerta trasera que daba a un bosque. Tras unas horas caminando, se encontró una choza, un poco estropeada y desaliñada. Se quedó allí toda la noche y guardó la bolsa con las alhajas debajo de una especie de cama. Pensando y pensando se quedó dormida. A la mañana siguiente salió de allí, puesto que había visto algo merodeando por la zona.
Era el judío que tenía ganas de venganza, llevaba en la mano derecha una estaca enorme y afilada dispuesto a todo para conseguir recuperar su preciada y cuantiosa fortuna. La doncella salió corriendo de allí, pero el judío no se quedó quieto y empezó una persecución por medio de un bosque denso y frondoso.
La doncella, despistada, resbaló, cayó en arenas movedizas y no pudo salir de allí con vida ante el desconcierto del padre que veía como su hija moría y le dio una sensación de victoria.

El judío siguió caminando por el bosque hasta que de pronto se encontró con un oso enorme deseoso de comerse una persona. El judío intentó luchar con un oso sin buenos resultados pues el oso lo mató y se lo tragó como un caramelo.
Pasados los años, paseando por el bosque un pastor con su rebaño se encontró una bolsa. Era la misma bolsa que se le perdió al judío. La abrió y dentro se encontró todas las alhajas y todo el dinero. Se la llevó y cuando llegó al pueblo se lo contó a su familia y decidieron montar un negocio que produjera mucho dinero y lo invirtieron.

Edipo y el enigma de la Esfinge



Todo ocurrió porque una diosa llamada Hera, que tenía un carácter muy vengativo, no perdonaba jamás una ofensa. Ella decidió castigar a los habitantes de Tebas por un crimen cometido en la ciudad,y se sirvió de la Esfinge para conseguirlo. Hera le ordenó que se apostara en un desfiladero situado en el camino de Tebas, por el que tenían que pasar por fuerza todos los que iban a la ciudad.

En cuanto se acercaban un viajero, la Esfinge le cerraba el paso, le obligaba a detenerse y le decía que si quería pasar tenia que resolver un acertijo.

El acertijo era el siguiente:
Solo tiene una voz,
y anda con cuatro pies por la mañana,
dos al mediodía y tres por la noche.
cuantos menos pies tiene, más veloz corre.
Si lo conoces, te ama, pero si no lo conoces,
lucha contra ti y te destruye.

Si el viajero no lo resolvía, lo devoraba. Al cabo del tiempo nadie se atrevía a pasar por allí, hasta que un hombre llamado Edipo, que era forastero, lo hizo, la Esfinge le dijo que resolviera el enigma y él lo resolvió, dijo que la respuesta era el hombre, porque el hombre tiene una voz con la que habla, cuando es pequeño anda a cuatro patas,cuando es adulto anda con las dos piernas,y cuando es anciano anda sobre un bastón su tercer pié.

Al final, la Esfinge perdió el control sobre sí misma y se quitó la vida arrojándose desde la cima de la montaña.

Aquel mismo día murió el rey de la ciudad de Tebas y Edipo fue elegido rey, poco después Edipo sufrió una gran tragedia y acabó arrancándose los ojos de pura desesperación. Porque se dio cuenta de que no se conocía a sí mismo.

jueves, 19 de marzo de 2009

La dama del parque.


Esta tarde me enfadé con mi madre, así que me fui a dar una vuelta.
Pasé por el parque y se me ocurrió sentarme en un banco, me puse a llorar de la rabia y de la impotencia. Giré la cara y me sobresalté porque vi a una mujer, estaba vestida de naranja como una mandarina, pero ella no se molestó en mirarme, simplemente se dedicaba a mirar al frente, con cara afligida; ya estaba haciéndose tarde, pues me quedé embobado con la mujer
Cuando me iba a ir, pasé por su lado, y me puse a hacer gestos, pero ella tampoco me giró la cara, aunque se puso a llorar, le dije:
- No llores.
Aunque no quería decírselo, me salió solo. Y me tapé la boca, ya inútilmente, pues ya se lo había dicho.
Me apeteció tocarle el pelo, porque desde lejos parecía algodón; cuando me acerqué vi que en la mano tenía unos pétalos. Un viento suave sopló, y se le cayó un pétalo, se cayó a mis pies, así que lo cogí, cuando fui a entregárselo, ella hizo un gesto con la mano para que esperara, y un suave soplo salió de su boca, y los pétalos se dispersaron por el aire, pero ninguno cayó al suelo, sino que explotaron en el aire haciendo unos fuegos artificiales, o al menos eso me parecía a mí.
La mujer me miró y susurró algo, no me enteré y le pregunté:
-¿Qué? - Pero ella desapareció y se escuchó un eco.
-Guárdalo, por favor.

El sótano del judío


En épocas muy remotas vivía en una lóbrega casa de Córdoba un viejo y avaro judío, cuya única preocupación durante su vida había consistido en reunir toda clase de objetos preciosos y una gran cantidad de monedas de oro. Deseoso de almacenar una cuantiosa fortuna, vivía miserablemente y no desperdiciaba ocasión de hacer usura a costa de los necesitados.

Tenía la casa un sótano oscuro y profundo, en cuyo interior guardaba celosamente de todas las miradas su cuantiosa fortuna, de la cual sólo tenía noticia su única hija, una doncella hermosísima, que con alguna frecuencia solía entrar en el sótano siguiendo órdenes paternas.

Cuenta la leyenda que una noche en que el judío quería llevar al sótano en secreto un pequeño tesoro recién conseguido, mandó a su hija que lo bajara. La obediente doncella encendió una vela y con el tesoro en la mano bajó las oscuras y empinadas escaleras, hasta llegar a lo más profundo del sótano. Se disponía ya a subir cuando sonaron las campanadas de las doce. De repente, y ante la mirada atónita del judío y el terror de la doncella, se apagó la vela y se cerró la entrada de la cueva.


Entonces ya no podía volver a salir hasta las doce del mediodía del día siguiente. La chica se quedó asustada pensando en qué iba a hacer ahora. No se le ocurrió nada, nada más que quedarse a esperar a que llegase el día siguiente. El padre de la chica al escuchar que la puerta del sótano se había cerrado,bajó inmediatamente para que su hija no le robase ninguna joya,es decir,se preocupaba más por las joyas que por su hija, y la pobre doncella lo que quería hacer era bajar el tesoro de su padre al sótano. Su padre tras la puerta del sótano se puso a escuchar qué es lo que estaba haciendo su hija. El padre alzó su voz y le dijo:

-¿Qué estas haciendo ahí tanto tiempo?

La pobre doncella le contestó asustada:

-Papá se me ha cerrado la puerta y no la puedo abrir.

El padre le dijo que no se preocupara y que esperara al día siguiente a ver qué es lo que pasaba. La niña triste y asustada se quedo toda la noche en el sótano a oscuras sin saber qué es lo que le podía suceder. Ella escuchó el chillido de una persona, ella asustada se escondió tras las cajas de los tesoros del padre, al ver una sombra reflejada en la pared dio un enorme grito. El padre volvió a a subir y le dijo:

  • ¿Que es lo que sucede por ahí?

    La chica muy asustada le respondió

  • Papá he oído un grito y en la pared se ha reflejado una sombra.

El padre le contestó.

-No te preocupes espera a mañana.

Entonces la niña tras las palabras del padre puedo coger el sueño. Y a las doce del día siguiente se abrieron las puertas, salió corriendo y le dio un enorme beso y abrazo a su padre. Ella le dijo a su padre que no volvería a subir al sótano. Y así es como acaba esta historia.

El sótano del judío.



En épocas muy remotas vivía en una lóbrega casa de Córdoba un viejo y avaro judío, cuya única preocupación durante su vida había consistido en reunir toda clase de objetos preciosos y una gran cantidad de monedas de oro. Deseoso de almacenar una cuantiosa fortuna, vivía miserablemente y no desperdiciaba ocasión de hacer usura a costa de los necesitados.

Tenía la casa un sótano oscuro y profundo, en cuyo interior guardaba celosamente de todas las miradas su cuantiosa fortuna, de la cual sólo tenía noticia su única hija, una doncella hermosísima, que con alguna frecuencia solía entrar en el sótano siguiendo órdenes paternas.

Cuenta la leyenda que una noche en que el judío quería llevar al sótano en secreto un pequeño tesoro recién conseguido, mandó a su hija que lo bajara. La obediente doncella encendió una vela y con el tesoro en la mano bajó las oscuras y empinadas escaleras, hasta llegar a lo más profundo del sótano. Se disponía ya a subir cuando sonaron las campanadas de las doce. De repente, y ante la mirada atónita del judío y el terror de la doncella, se apagó la vela y se cerró la entrada de la cueva.


La puerta se cerraba a las doce de la noche, justo cuando suena la campanada número doce, y ya no se abría hasta que fuese mediodía. Todo para que no le robasen.

Entonces un vecino del pueblo apareció por detrás de la doncella, y la doncella empezó a gritar, pero su padre no la escuchaba entonces el vecino sacando un cuchillo se lo clavó en el estomago.

Pero la puerta no la cerró el judío, sino que la cerró el vecino que sabía abrirla y salió sin que el judío lo viese porque estaba ocupado llamando a los alguaciles.

El vecino se fue y dejó el cadáver en el suelo, cuando legaron los alguaciles, abrieron la puerta y vieron el cadáver, después lo enterraron, pero nunca encontraron al asesino.

Al tiempo el judío repartió todas sus riquezas entre los pobres y se aseguró de que nunca se pudiese volver a abrir el sótano, no volvió a ser más avaricioso ni usurero y las riquezas nunca las utilizó, vivió con lo que conseguía trabajando.

Cuando murió se enterró en el mismo cementerio que su hija, la casa sigue igual, en Córdoba.

El sótano del judío


En épocas muy remotas vivía en una lóbrega casa de Córdoba un viejo y avaro judío, cuya única preocupación durante su vida había consistido en reunir toda clase de objetos preciosos y una gran cantidad de monedas de oro. Deseoso de almacenar una cuantiosa fortuna, vivía miserablemente y no desperdiciaba ocasión de hacer usura a costa de los necesitados.

Tenía la casa un sótano oscuro y profundo, en cuyo interior guardaba celosamente de todas las miradas su cuantiosa fortuna, de la cual sólo tenía noticia su única hija, una doncella hermosísima, que con alguna frecuencia solía entrar en el sótano siguiendo órdenes paternas.

Cuenta la leyenda que una noche en que el judío quería llevar al sótano en secreto un pequeño tesoro recién conseguido, mandó a su hija que lo bajara. La obediente doncella encendió una vela y con el tesoro en la mano bajó las oscuras y empinadas escaleras, hasta llegar a lo más profundo del sótano. Se disponía ya a subir cuando sonaron las campanadas de las doce. De repente, y ante la mirada atónita del judío y el terror de la doncella, se apagó la vela y se cerró la entrada de la cueva.

Todo resultó ser un truco, el novio de la chica la estaba esperando y la ayudó a salir de la cueva. De repente se escuchó un forcejeo. La chica salió de la cueva, ella y su novio habían secuestrado al avaro. Querían quedarse con todo el dinero de su padre, la chica empezó a guardar el dinero en macutos y bolsas. Cuando se iban ya, la chica volvió a entrar en la casa para despedirse de su padre pero, al entrar escuchó un disparo. Ella corrió hacia dentro vio a su padre tirado en el suelo. Empezó a llorar, su novio se sentó a su lado para consolarla, ella se levantó y los dos se marcharon.

Montaron en el coche y la chica empezó a llorar de nuevo, su novio detuvo el coche. Los dos se bajaron en el campo cogieron las bolsas y se echaron a andar por un camino largo y al final del camino había un acantilado, la chica soltó las bolsas y corrió cuando llego al acantilado no se lo pensó dos veces y se tiró. El novio, desesperado, se tiró tras ella.

EL SÓTANO DEL JUDIO


Entonces se encendieron unas luces y se escuchaba unas voces :

-¿Te has librado de la chiquilla? -preguntó el padre.

-Sí, ya me he librado de ella- dijo el jefe de la mafia a la que pertenecía el padre.

La niña, que lo había escuchado todo, salió corriendo cueva adentro. Cuando iba andando se encontró unos cuadros con marcos de madera, mientras los miraba se iba dando cuenta de que eran robados, hasta que llegó a ver uno y se quedó muy sorprendida cuando vio que allí estaban pintados su madre y su padre. De repente apareció su madre de verdad.

-¿Mamá eres tú ? -preguntó la niña.

-Sí soy tu madre -respondió la madre.

-Pero, que haces aquí.

-Es una larga historia -dijo la madre. -Todo comenzó cuando naciste, éramos una familia muy rica y teníamos muchas comodidades, pero un día te pusiste enferma y tuvimos que pagar mucho dinero y nos quedamos en la ruina. Desde entonces tu padre todo lo que ganaba lo ha metido en esta cueva.

-¿Pero por que te ha encerrado aquí en este cuarto ? -dijo la niña.

-Porque averigüé que pertenecía a una mafia y me encerró aquí , pero vamos a salir de aquí que he encontrado una salida.

Desde entonces viven tranquilas la madre y la hija en una casa muy lejana. Después al padre lo encerraron en la prisión y desde entonces el sótano esta lleno de tesoros y nadie lo ha descubierto hasta ahora.

martes, 17 de marzo de 2009

Apolo y Dafne



Cuenta el mito que, en la región de Tesalia, Apolo le dijo a Cupido que él era el mejor lanzando flechas y Cupido, molesto por la arrogancia de Apolo, quiso vengarse de él. Para ello le lanzó una flecha de oro a Apolo, que causa amor inmediato; por el contrario, hirió a la ninfa Dafne (en griego laurel), que era hija del dios-río Peneo, con una flecha de hierro, que causa el rechazo amoroso.
Desde aquel momento el dios Apolo amaba a Dafne con una gran pasión, y la seguía a todas partes, pero ella lo esquivaba. En una ocasión en que Apolo perseguía a Dafne, ella fue a la montaña para evitarlo. Cuando Apolo estaba a punto de atraparla, ella le pidió a su padre que la ayudara y él la transformó en laurel, el primero que existió en el mundo. Convirtió su vientre en tronco, sus brazos en ramas y su pelo en una copa espesa de hojas, de sus pies salieron raíces y su rostro de convirtió en corteza.
Desde aquel momento ese fue el árbol de Apolo y el dios decidió convertirlo en un símbolo de gloria, así que dispuso que las hojas del laurel sirvieran para coronar a los generales victoriosos y para honrar a los grandes poetas.

Extractado de:
Mitos griegos

Maria Angelidou
Vicens Vives
Barcelona, 2008
pp. 29-35

viernes, 13 de marzo de 2009

Orfeo en el infierno


En Tracia vivía un famoso cantor llamado Orfeo que tenía una voz muy dulce. Cantaba al son de una lira que le regaló Apolo el dios de la música. Sus canciones eran alegres y tristes. Se enamoró de Eurídice que vivía en los bosques de Tracia. Se casó con ella y la noche de la boda, una serpiente mordió a Eurídice y se murió. Orfeo se sintió solo y cantaba canciones tristes hasta que un día decidió ir al infierno a rescatarla. Entró en la cueva que llevaba hacia el Tártaro. Llegó a la orilla del río Aqueronte cuyas aguas separan la vida de la muerte vio a un hombre anciano llamado Caronte que llevaba a los muertos a la otra orilla. Caronte le preguntó a Orfeo que que hacía aquí. No le contestó solo cantó y tocó su lira y le convenció para llevarlo a la otra orilla. Llegaron y le cantó al perro de las tres cabezas y lo tranquilizó. El rey del mas allá (Hades)le dijo que podía llevarse a Eurídice si no la miraba hasta salir de la cueva, él aceptó y ella le siguió. Pasado mucho tiempo saliendo del infierno Orfeo creía que Hades le había engañado y se giró y la miró y era Eurídice pero al segundo de mirarla !Zas¡ se desvaneció entre las sombras. Orfeo la perdió por segunda vez y se hacía cada vez mas anciano hasta que llegó el día de su muerte. Orfeo ahora es feliz por que lo enterraron al lado de Eurídice y no la perdería jamás.

Prometeo, el ladrón del fuego


Los dioses, en el monte Olimpo, llevaban una vida tranquila, sin preocupaciones y alimentándose con néctar y ambrosía. En cambio, los hombres, abajo en la tierra, llevaban una vida de privaciones, trabajando muy duro para poder subsistir y no morir. Eso no les parecía justo a los hombres puesto que ellos trabajaban, los dioses no y encima ellos tenían que entregarle la mitad de la comida que ganaban.

Un día los hombres cazaron un gran buey, muy jugoso y con bastante carne y los dioses querían su parte, pero los hombres se enfadaron y se negaron a dársela. Después de discutir, los hombres decidieron pedir ayuda a Prometeo.

Prometeo era un titán justo y honrado. Él dividió el buey en dos partes iguales después de meditar un buen rato. Hermes, el hijo de Zeus estaba presente en el reparto de Prometeo y se dio cuenta de que tenía la cabeza agachada y eso era muy raro porque él siempre tenía la cabeza alta.

Hermes se lo comentó a su padre y este no le echó cuenta. Entonces Prometeo echó en un montón la piel, la carne y las vísceras que ocultó en el vientre del buey en el otro echó los huesos y lo cubrió con apetitosa grasa. Zeus escogió el montón cubierto de grasa y subió con su hijo al monte Olimpo. Una vez arriba se llenó de ira cuando descubrió que estaba lleno de huesos. Indignado por este engaño, Zeus privó a los hombres del fuego.

Cuando Prometeo se enteró, decidió robarlo, así que subió al monte Olimpo y se llevó una astilla de fuego. Zeus se enteró y en consecuencia, ordenó que llevaran a Prometeo al Cáucaso, donde fue encadenado por Hermes, el hijo de Zeus. Zeus enviaba un águila para que se comiera el hígado de Prometeo. Como él era inmortal, su hígado volvía a regenerarse y el águila se lo volvía a comer una y otra vez.



Extractado de:

Mitos griegos
María Angelidou
Vicens Vives
Barcelona, 2008
pp. 9-14

El Oro de Midas


Midas era el rey más rico y poderoso de Frigia. A Midas le encantaban las cosas hermosas y mandó plantar en su jardín un millar de rosales.

Un día el dios Dioniso (dios del vino y de las fiestas), acompañado por Seleno, pasó por Frigia. Sileno se quedó dormido en los jardines de Midas. A la mañana siguiente un jardinero lo encontró y lo llevó a Midas, este trató a Sileno con una gran amabilidad durante diez días. Después de ese tiempo Sileno fue a buscar a Dioniso, para contarle como se había comportado Midas con él; Dioniso se quedó asombrado de la amabilidad de Midas .Y, agradecido, lo mandó llamar. Dioniso, le dijo que pidiese el don que más desease poseer. Midas, asombrado de tan buena suerte, decidió pedir que todo lo que tocase se convirtiera en oro; Dioniso acepto y se lo concedió. Midas corrió a su palacio y cogió una rosa, que se convirtió en oro; feliz se acercó a su perro, el cual al lamerle las rodillas se convirtió en una estatua de oro, lo mismo le pasó a su hija, cuando él la abrazó.

Midas, roto de dolor por lo que le había ocurrido a su hija fue hacia Dioniso para rogarle que todo volviera a ser como antes, Dioniso aceptó, pero para que que las cosas volvieran a ser como antes, las debería de meter en la fuente donde nace el río Pactolo; por eso hay tanto oro el las arenas del río Pactolo.

Ulises y el caballo de Troya

Fresco del caballo de Troya, anónimo

Había una guerra entre Grecia y Troya los griegos llevaban diez años acampados a las afuera de Troya. Los griegos intentaron asaltar sus muros, pero Troya parecía inexpugnable.

Había un capitán que seguía teniendo esperanza de conquistar Troya, era Ulises, el rey de la pequeña isla de Ítaca. Atenea le dió una idea a Ulises para atacar Troya, el plan era fabricar un caballo de madera gigantesco en el cual se introducirian soldados.

Tres días despues los griegos abandonaron las afueras de Troya, en el caballo pusieron un cartel que decía “Este es el regalo de los griegos que es una ofrenda dedicada a Atenea para que nos permitan volver sanos a casa”.

Los troyanos metieron al caballo dentro de Troya enfrente del templo de Atenea. Entonces los troyanos celebraron la victoria bebiendo, cantando y bailando. Cuando cayó la noche los troyanos, cansados, se durmieron, y los griegos aprovecharon y salieron del caballo, atacaron a los troyanos y mataron al rey Príamo. Y por fin volvieron a Grecia con sus hijos y mujeres.

Extractado de:

Mitos griegos.
Maria Angelidou
Vicens Vives
Barcelona,2008
pp. 91- 97

jueves, 12 de marzo de 2009

Deucalión y Pirra

Deucalión y Pirra de Pedro Pablo Rubens

Cuando Pandora abrió su caja empezaron las guerras. Zeus indignado, fulminó con rayos a algunas personas para advertirles que dejaran la violencia. Como no hicieron caso, dijo que los eliminaría a todos de la faz de la Tierra. De repente empezó a llover sin pausa, toda la Tierra quedó inundada. Solo dos personas sobrevivieron: Deucalión y Pirra, marido y mujer.

Deucalión era el hijo de Prometeo, este estaba encadenado esperando a que un águila viniera para comerse su hígado. Como podía ver el futuro, le contó a su hijo las intenciones de Zeus y le dijo que iba a sepultar la Tierra bajo el agua y que la humanidad desaparecería. También le dijo que tenían que construir un arca. Así lo hicieron Deucalión y Pirra.

Cuando la lluvia cesó, Deucalión atracó el arca. Esperó a que se evaporaran las aguas y cuando volvió a verse la Tierra, descendieron a buscar supervivientes en el monte Athos, pero no había nadie. Entonces, le preguntaron a Temis, la diosa de la justicia, que si volvería a ver hombres y mujeres en la Tierra.

Ella les dijo que arrojaran los huesos de su madre hacia sus espaldas con los ojos tapados. Los que arrojara Pirra se convertirían en mujeres, los que arrojara Deucalión se convertirían en hombres.

Se quedaron desconcertados, pues no entendían como les pedía que desenterraran a sus antepasados, sería sacrilegio. De repente Deucalión lo comprendió todo. Se arrancó un trozo de su túnica, se taparon los ojos y empezaron a lanzar piedras a sus espaldas. Deucalión le explicó a Pirra que Temis se había referido a la Tierra al hablar de su madre. Pues es la madre de todos los seres. Y así nació la nueva humanidad.

Extratado de :

Mitos griegos
María Angelidou
Vicens Vives
Barcelona, 2008
pp.: 23-28

Hércules y la Hidra de Lerna

Fernando De Zurbaran (Hércules y la Hidra)


En aquel tiempo los dioses se aparecían de momento ante los ojos de los seres humanos. Habían muchos héroes pero ninguno como Hércules. El era insuperable en la lucha. Un día en el que él era recién nacido un par de serpientes se arrastraron por su cuna y él con toda su fuerza las cogió del cuello y las apretó tan fuerte que las asfixió. Él fue quien acabó con la Hidra de Lerna, que era uno de los monstruo nacido del infierno y que tenía más de cincuenta cabezas. Ella se alimentaba de ovejas y de vacas. Cuando Hércules llegó la Hidra dormía dentro de su guarida. Hércules la obligó a salir y empezó a luchar sin piedad, iba cortando cabezas pero se regeneraban. La Hidra lo cogió pero él fue lo bastante hábil para no morir estrangulado. De un momento a otro Hércules oyó una voz, era la diosa Atenea que en forma de brisa le decía: busca la cabeza de oro. Hércules buscó y buscó pero no la encontraba hasta que vio una luz que resplandecía en en el centro de la Hidra, esa era la cabeza de oro. Hércules cogió su espada y le cortó la cabeza, pero para que no volviera a vivir la introdujo debajo de una piedra.

La caja de Pandora

Sir Lawrence Alma-Tadema

Hefesto, hijo de Zeus, era herrero pues así se escondía de los demás dioses que se burlaban de él, pues era feo y cojo.

Zeus quería vengarse de Prometeo porque lo dejó sin carne y subió en secreto al Olimpo y les devolvió el fuego a los hombres. Por eso le pidió a su hijo que diseñara una mujer perfecta y hermosa como Afrodita.

Hefesto le llamó Pandora, porque, en griego, significa ``llena de dones´´.los dones que le dieron fueron:dulzura y gracia, inteligencia y picardía, habilidad para tejer y labrar la tierra... y también le dio una caja de oro y le hizo prometer que no la abriría. Después le proporcionó el don más peligrosos,la curiosidad.

Pandora llegó a la tierra y se enamoró de Epimeteo, pero Prometeo le dijo que no se podía casar con ella porque traería la maldición a la tierra. A Epimeteo le dio igual y se casó con ella y vivieron varios años felices, pero a Pandora todavía le atormentaba el deseo se saber que había dentro de la caja. Un día no pudo más y la abrió.

Entonces salieron de la caja avispas que traían todos los males: la mentira, la enfermedad, la pena, el dolor...La tierra habría quedado completamente aniquilada de no haber sido por la última cosa que salió de la caja: un leve aliento, una bendición.Hefesto la había colocado a escondidas en el fondo de la caja, porque amaba a Pandora y no quería verla a morir.



Mitos Griegos
María Angelidou
Vicens Vives, Barcelona, 2008
pp:15-22

El desafío de Aracne



A orillas del mar Mediterráneo había un país llamado Lidia, en el que reinaba un hombre llamado Idmón. Idmón tenía una hija llamada Aracne que era una macnífica tejedora, incluso llegó a decir que era mejor que Atenea.

Un día llegó una anciana al taller de Aracne, pero debido a que Aracne decía que era mejor que Atenea la anciana se enfado y se convirtió de un momento a otro en la mismísima Atenea, pero aún así Aracne seguía diciendo que era mejor que ella.

Aracne le propuso un desafío, las dos se situaron delante de sus telares y empezaron a tejer. Atenea tejió un tapiz en el que reflejó toda la grandeza y el poder de los dioses, al contrario que Aracne, que tejió en su velo todo lo peor de estos.

Atenea al ver que el velo de Aracne no tenía nada que envidiarle a su tapiz se enfadó tanto que se lanzó sobre el velo y lo destrozó. Aracne comprendió el gran error que había cometido y se sintió tan avergonzada que deseó morir. Corrió hacia un rincón del taller y se colgó de una cuerda que había en el techo. Atenea se dio cuenta de que Aracne se había arrepentido y la dejó vivir, pero como una araña y así poder tejer con el hilo que salía de su cuerpo.


Extractado de:

Mitos griegos
María Angelidou
Vicens Vives, Barcelona,2008
pp: 65-71


lunes, 9 de marzo de 2009

El sótano del judío

En épocas muy remotas vivía en una lóbrega casa de Córdoba un viejo y avaro judío, cuya única preocupación durante su vida había consistido en reunir toda clase de objetos preciosos y una gran cantidad de monedas de oro. Deseoso de almacenar una cuantiosa fortuna, vivía miserablemente y no desperdiciaba ocasión de hacer usura a costa de los necesitados.

Tenía la casa un sótano oscuro y profundo, en cuyo interior guardaba celosamente de todas las miradas su cuantiosa fortuna, de la cual sólo tenía noticia su única hija, una doncella hermosísima, que con alguna frecuencia solía entrar en el sótano siguiendo órdenes paternas.

Cuenta la leyenda que una noche en que el judío quería llevar al sótano en secreto un pequeño tesoro recién conseguido, mandó a su hija que lo bajara. La obediente doncella encendió una vela y con el tesoro en la mano bajó las oscuras y empinadas escaleras, hasta llegar a lo más profundo del sótano. Se disponía ya a subir cuando sonaron las campanadas de las doce. De repente, y ante la mirada atónita del judío y el terror de la doncella, se apagó la vela y se cerró la entrada de la cueva.

Ella se encogió tanto como pudo, pero aun así siguió atemorizada. Al cabo de unos minutos reaccionó y pudo moverse. Siguió bajando la escalera y palpando como pudo encontró un viejo paquete de cerillas, al cogerlo encendió la vela de nuevo y pudo continuar un poco más tranquila.

Cuando llegó abajo descubrió que había alguien y entonces subió de nuevo. Era un chico. Él c la oyó y subió tras ella, ella volvió a encogerse y dijo: “No me haga nada, por favor”. Él contestó: “Tu padre me contrató para retenerte aquí, él no mencionó nada de dañarte”. Cuando la chica lo oyó empezaron a hablar:

-¡Eso es imposible! ¡Mi padre jamás me haría nada! Además, ¿qué ganaría el? - dijo ella.

- Él no me comentó nada, pero con la avaricioso que es. No te extrañe que quiera chantajear a tu madre...

-¡No te atrevas a nombrar a mi madre! Ella murió cuando yo tenía solo tres años ¡Q sea la última vez que la nombras! - le espetó ella.

No la nombraré, pero no te atrevas a decir que está muerta, porque te aseguro que no lo está – dijo él calmado y prosiguió-. Tu madre se escapó de casa cuando tu naciste, pero te llevó con ella. Tu padre le dijo que tú naciste, había dejado de ocuparse de todos sus caprichos, por lo que empezó a pegarle. Cuando tu madre vio que su vida corría peligro y, algo más importante la tuya, se dio cuenta de que era el momento de marcharse. Huyó a donde pudo pues con un bebé recién nacido no podía quedarse durmiendo en la calle. Pero tu padre finalmente la encontró y le dijo que, por haberse escapado, tendría que pagar renunciando a ti. Por eso te llevó con él y ella huyó... Todo el pueblo pensó que estaba muera, incluso tú, pero mi padre me contó esto pues él estaba presente cuando tu padre la chantajeó. Para tu madre eras lo más importante, por encima de tu padre, y de ella misma.

- Pero... es que... - la chica no tenía voz.

- Sí, tu madre no está muerta, algún día seguro que la encontrarás... - le contestó el chico.

Pasaron muchos días, e incluso meses y los jóvenes se enamoraron el uno del otro. Como al chico le parecía bastante triste la historia de su novia, le enseñó la salida que él mismo había cavado.

Pudieron escapar, rescatar a la madre y plantarle cara al padre.

Al hombre le dio igual, solo le importaba el dinero, así que accedió a conformarse con lo que ya había sonsacado a la mujer. Pero para su sorpresa cuando fue a ingresarlo en su sótano, su hija y su esposo, se lo habían llevado todo cuando habían estado en la cueva. Así por fin la chica podría ser feliz junto a su madre, su esposo y los hijos que tuvieran en el futuro.